21 de septiembre de 2010

Lee y lucha

Les presento un fragmento de Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl; concretamente, la canción que le cantan los Oompa Loompas a Mike Tevé con relación a la televisión. No se asusten del tamaño del texto, realmente merece la pena.


Hemos aprendido algo primordial,
Algo que a los niños les hace mucho mal,
Y eso es que en el mundo no haya nada peor
Que sentarles frente a un televisor.
De hecho, sería muy recomendable
Suprimir del todo ese trasto abominable.
En todas las casas que hemos visitado
Así a los pequeños hemos encontrado:
Absortos, dormidos, casi idiotizados,
Mirando la tele como hipnotizados,
Con los ojos fijos en esa pantalla
Hasta que sus órbitas parece que estallan.
(Ayer vimos algo que aterra y asombra:
Seis pares de ojos rodar por la alfombra.)
Sentados mirando, mirando sentados,
Parecen de veras estar hechizados.
Borrachos de imágenes, ahítos de ruido,
Ciegos y atontados y reblandecidos.
Oh, si, ya sabemos que les entretiene
Y que por lo menos quietos les mantiene.
No gritan, no lloran, no brincan, no juegan,
No saltan ni corren, tampoco se pegan.
A usted eso le da mucha tranquilidad,
Es libre de hacer muchas cosas, ¿verdad?
Mas yo le pregunto, ¿ha pensado un momento
Para qué le sirve a su hijo este invento?
¡LE PUDRE TODAS LAS IDEAS!
¡MATA SU IMAGINACIÓN!
¡HACE QUE EN NADA, NADA CREA!
¡DESTRUYE TODA SU ILUSIÓN!
SU POBRE MENTE SE TRANSFORMA
EN UN INUTIL REFLECTOR
CON VER FIGURAS SE CONFORMA,
¡NO SUEÑA, NI EVOCA, NI PIENSA, SEÑOR!
«¡Muy bien!», dirá usted, «¡Muy bien!», gritará,
Mas si nos llevamos el televisor,
¿Que haremos en cambio, qué se les dará
Para mantenerlos en orden, señor?
A esa pregunta yo responderé
Con otra, que es ésta: Los niños, ¿qué hacían
Para divertirse, cómo entretenían
Sus horas de ocio, qué los mantenía
Tranquilos, contentos, quietos y callados,
Felices, absortos y atentos
Antes de que este diabólico invento
Se hubiese inventado?
¿No lo recuerda? Se lo diremos
En voz muy alta, lo gritaremos
Para que acierte a comprender:
¡SOLIAN... LEER, LEER, LEER!
LEÍAN y LEÍAN y procedían
A leer aún más. Y todo el día
Lo dedicaban a leer libros, y por doquier,
En bibliotecas y estanterías,
Sobre las mesas, en librerías,
¡Bajo las camas siempre había
Miles de libros para leer!
Historias fantásticas y maravillosas
De fieros dragones y reinas hermosas,
De osados piratas, de astutos ladrones,
De elefantes blancos, tigres y leones,
De islas misteriosas, de orillas lejanas,
De tristes princesas junto a una ventana,
De valientes príncipes, apuestos, galantes,
De exóticas playas, países distantes,
Historias de miedo, hermosas y raras,
Los más pequeñitos leían los cuentos
¡Historias que hacían que el tiempo volara!
De Grimm y de Andersen, de Louis Perrault.
Sabían quién era la Bella Durmiente,
Y la Cenicienta, y el Lobo Feroz.
Las Mil y Una Noches de magia nutrían
Con mil y una historias sus ensoñaciones.
La gran Scheherezade de la mano traía
A Alí Babá y los Cuarenta Ladrones,
A Aladino y su lámpara maravillosa,
Al genio que otorga deseos e ilusiones
Y mil aventuras a cual más hermosa.
¡Qué libros más bellos leían
Los niños que antaño vivían!
Por eso rogamos, por eso pedimos
Que tiren muy lejos el televisor,
Y en su sitio instalen estantes de libros
Que llenen su horas de gozo y fervor.
Ignoren sus gritos, ignoren sus lloros,
No importan protestas, ni quejas, ni llanto.
Dirán que es usten un malvado y un ogro
Con caras de furia, de odio, de espanto.
Mas no tenga miedo, pues le prometemos
Que al cabo de pocos, de muy pocos días
Al verse aburridos, diciendo, «¿Qué hacemos
Para entretener estas horas vacías?»,
Irán poco a poco acercándose al sitio
Donde usted ha instalado esa librería,
Y cogerán un libro de cualquier estante,
Lo abrirán con cautela, recelosos primero,
Pero ya superados los primeros instantes
No podrán apartarse y lo leerán entero.
Y entonces, ¡qué gozo, qué dulce alegría
Llenará sus ojos y su corazón!
Se preguntarán cómo pudieron un día
Dejarse embrujar por la televisión.
Y al correr los años, cuando sean mayores,
Recordarán por siempre con agradecimiento
Aquel día feliz, aquel fausto momento
En que usted cambió libros por televisores.
P.D. En cuanto a Mike Tevé
Sentimos tener que decir
Que con un poco de fe
Quizá logremos impedir
Que quede así. A ver si crece,
Aunque si no, ¡se lo merece!

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