7 de julio de 2011

El Odio

Lo que presento a continuación es el comienzo de un relato que empecé a escribir y que no he continuado. Me gustaría acabarlo, pero ya no tengo el odio que tenía cuando empecé a escribirlo, en tiempos de campaña política. Principalmente lo coloco aquí para que puedas leerlo y me des tu opinión. Qué le sobra, qué le falta -evidentemente mucho- o simplemente que te ha parecido esta parte. De verdad que agradezco mucho los comentarios. Recuerda que, si lo ves muy pequeño o muy grande -no solo esto, sino todo el blog o cualquier página web- puedes hacer Control+Rueda del ratón arriba o abajo para añadir o reducir zoom respectivamente. Ahí va:


Querido diario:

Hoy he sentido, de nuevo, el odio, el asco, la náusea. Me he levantado como cualquier otro día y he ido al baño a echar una meada. Estaba la radio puesta. La maldita radio. Sonaba una cadena en la que estaba hablando un señor criticando con audaz sátira la prensa con ideología contraria a la cadena y las barbaridades de sus periodistas, mezclando verdad con propaganda del otro partido. No me agrada, pero lo ignoro concentrándome en el váter. Al ir a la cocina a desayunar, la radio también está puesta. Ahora me acosa con periodismo deportivo. Son las 07:50. Aún así, hablan sobre fútbol amargándome el desayuno y probablemente el resto del día. Me entran ganas de liquidar a los presentadores, a los jugadores, a los entrenadores y a todas esas personas que conforman el circo. Repiten sin cesar una y otra vez lo que dijeron ayer y lo que dirán mañana. El odio empieza a formarse en mi interior.

Tras esto, salgo de casa dispuesto a realizar mi dura tarea de estudiante. Estamos en campaña, así que antes de llegar a la parada de autobús veo una gran pancarta colgada de unos árboles. Me dice que vote a un partido, me lo grita cada vez que la miro. Imagino cómo cortaría las cuerdas por la noche, a hurtadillas, mientras la ciudad duerme. Me veo subido a una escalera y boicoteando la pancarta. Pero sólo durante unos instantes, ya que mientras estoy en ese estado de ensoñación he llegado a la parada de autobús, donde se expone con agresividad, en el panel de la marquesina, un cartel de dos metros de campaña política del otro partido. Hace un penoso juego de palabras con el nombre del candidato en el que, por supuesto, miente y manipula. Esto me llena de cólera, aunque no la sufro debido al sueño matutino. Así que me monto en el autobús y comienzo a escuchar música. La música, mi salvadora; ese ser intangible que proviene de otra realidad, más allá del tiempo y del espacio, que abre la válvula de los sentimientos para dar paso a sensaciones únicas. Esto me tranquiliza, y me dedico a mirar al resto de viajeros del autobús. Todos como peones con el pensamiento en otro lugar y las facciones inexpresivas, dispuestos a ir a trabajar o a ir clase, al igual que yo. Me los imagino a todos realizando una marcha militar por la ciudad, con la mente en blanco avanzando inexorablemente hacia a un futuro dictado por el gobierno en falso beneficio de la sociedad.

Bajo del autobús con la intención de coger el Cercanías. Antes de bajar las escaleras de la estación, hay unas trabajadoras repartiendo periódicos gratuitos. Me dije que no iba a hacerlo más, pero cojo uno de ellos y entro a la estación. La portada del periódico me indigna debido a lo banal de la noticia. Un titular que busca llamar la atención; más bien desviarla de otros temas. Entro en el paciente tren y ojeo el periódico. Veo páginas completas con reportajes absurdos, noticias a medias o enteramente vacuas, artículos sobre famosos de la televisión y de nuevo el idiotizante fútbol. Por todo ello comienzo a sentir, esta vez en todos los rincones de mi cuerpo, una indignación abrumadora. Dejo los papeluchos en el asiento más lejano y observo a la gente que me rodea. Como en el autobús, tengo la sensación de que no piensan en nada, de que aceptarían cualquier falacia con confianza ciega. Portan modernos teléfonos con pantallas táctiles que les deja como zombis, con la cara desencajada y la mente en ningún sitio. El enojo previo vuelve a mí y comienzo a despreciar a esas personas. También pienso en esta sensación que me llena, y comienzo a dirigirla hacia mí. No soy mejor que ellos. Olvido esta idea y me quedo traspuesto, con el odio latente en mi interior.

Me despierto sobresaltado, un poco antes de llegar a la parada en la que hago trasbordo. Al ir a salir, una señora que está esperando para subir al vagón me entorpece el camino, seguramente porque quiere entrar la primera y coger sitio. Le pongo mala cara y le hago un aspaviento, y encima tiene la poca vergüenza de quedárseme mirando con cara de perro mientras intento avanzar entre el tumulto. Me vuelvo a enfadar y entro al otro tren con sonrisa de medio lado, mezcla de incredulidad y desprecio, imaginando cómo me vengaría de la señora. Fantaseo con ello mientras el tren continúa hasta que hace parada en Nuevos Ministerios, donde me pongo a mirar a través de la ventana. Veo a toda esa muchedumbre agolpándose para coger sitio en las escaleras mecánicas, donde cada persona, sola, ocupa un solo escalón, con la espalda rígida y sin moverse, como si fuese una cadena de montaje. Llega uno, sube a su escalón, comienza a subir; llega otro, ocupa su escalón y es arrastrado hacia arriba por la escalera mecánica. Sólo unos pocos valientes utilizan las otras escaleras, alejadas de la cadena de producción. Imagino que al final de las escaleras mecánicas no hay suelo, sino una inevitable caída a una trituradora descomunal que despedaza a esos títeres inertes; uno tras otro creando un festín de sangre y vísceras. Se forma una lluvia de cadáveres autómatas dirigida sobre las cuchillas que no ofrece resistencia a su destino, que continúa impasible alimentando la sedienta máquina. La boca de acero nunca tiene suficiente, fagocita insaciablemente su constante flujo de alimento sin dejar de segar a velocidad vertiginosa, realizando cortes limpios y cortes que hacen estallar los pellejos rellenos de sabrosa carne.

Continuará...

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4 comentarios:

kebab mixto + patatas + refresco - 5,50 dijo...

ajajajaajaj me ha molado el texto si. algo parecido se me pasa a mi por la cabeza, iwal con algo menos de imaginacion i odio hacia la muchedumbre, pero con el mismo sentmiento critico.
me choca al prnicipio del texto como combinas palabras mas vulgares como meada con palabras más ¨elegantes¨. no keda mal pero me choca. el texto esta wapo, aun asi se nota ke le falta algo mas de chicha en el nudo i un buen desenlace. a darle chicha puess!

little by little dijo...

jajaja experimento más o menos eso cada día con la diferencia de que odio la radio,yo enciendo la tele y dejo al que toque parloteando los asuntos del día mientras corro de un lado a otro en casa.Del autobús podría escribir un post directamente,me lo ahorro y.. en el metro de camino a clase, la decisión de coger el periódico la tomo unos segundos antes de acercarme al repartidor jaja según esté mi humor ese día,por que a veces me pongo de tan mala leche leyéndolo que evito cogerlo para mi tranquilidad mental.El trayecto en metro es toda una odisea,por eso yo opto por enclaustrarme en mi música de principio a fin de trayecto y no mirar a la gente,básicamente por que no va en mi naturaleza jajaja

PD: Destripando el asunto de las escaleras,te diré que yo soy de las que sube o baja las mecánicas por el carril de adelantamiento mientras veo a los "agotadosdelavida"por mi derecha obervándonos al resto subir.

Pájaro-que-da-cuerda dijo...

La gente en las escaleras mecánicas son como esclavos de la comodidad, de esta sociedad consumista donde nadie se esfuerza. Es como aquella escena de La Haine...

Espero que te haya gustado little by little; sea así o no, puedes echarle un vistazo a otros tres relatos que escribí hace tiempo dandole al tag de la entrada.

-Me acabo de descargar el chrome porque no puedo comentar con firefox, de risa...

Un saludo y gracias por comentar!

Esteisi Malibú dijo...

Me gusta mucho el final, yo me lo he llevado a mi terreno y me ha parecido una metáfora estupenda de cómo el consumismo nunca tiene suficiente y sigue alimentándose de vidas: el frutero de toda la vida que tiene que cerrar a los 50 años, porque una gran cadena de supermercados ha abierto en la zona, todos sabemos que no trabajará más; la familia que no puede pagar la hipoteca y les echan de su casa; el miedo con el que se vive actualmente en el puesto de trabajo (sólo vale el dinero, no las personas que lo generan). Pero lo peor es que esas vidas de las que se alimenta, son las que lo crían durante años y por generaciones, hasta que es lo suficientemente grande como para acabar con ellos y con todos. Primero ignorancia y dejadez, luego miedo. Y cuando el miedo llega, al ser humano hay que enseñarle que no lo pague con sus iguales o los que considere inferiores, sino con los de arriba, porque hace lo contrario de manera automática y eso no soluciona las cosas, sino que sigue dando razones a los de arriba para erigirse como "solucionadores" de los problemas que ellos desde bien atrás han creado, a sabiendas de lo que hacían. Aún estamos entendiendo aquello que es lógico y piano piano, porque si tienes dos dedos de frente y vas más allá en tus deducciones lógicas, te llaman "visionario" o peor aun "radical", y todo porque despertar y crecer implica esfuerzo y el ser humano prefiere abandonarse y ni siquiera sobrevivir, más aun, el ser humano es el único animal que tiende a violar siempre que puede el instinto más básico, el de supervivencia (no cuidando el entorno en el que vive; penalizando la maternidad de mil maneras diferentes y perversas; creando enfermedades y productos químicos que respiramos, comemos o tocamos, que acortan nuestra vida; dejando morir a tantos a los que se hace convenientemente invisibles, etc.). Por eso, soy de las que piensan que o cambiamos YA y YA es YA, o ya sabemos cómo termina el ciclo de vida de una plaga...

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